domingo, 27 de mayo de 2012

Hoy peso 400 kilos menos


Hoy peso  400 kilos menos y 500 plumas más.

¿qué sería del placer sin los despojos de la incertidumbre?

Somos amazónicos y violentos.

Somos de la raza de los vegetales cálidos que crecen en invierno a pesar del frío y las heladas.

No ventilamos ninguna verdad bajo las sábanas, sólo nos poseen los ojos y los antojos.

Buscamos quien mañana sea nuestro alimento y nuestro pucho, nuestro pensamiento en stand by.

Buscamos calmar la ansiedad al final de vaso, del plato, del cenicero, pero sabemos que no es ahí.

Ansiosos a trasmano, ansioso a rajatabla, a rajadiente, de cuclillas, pasmosos, con tos, latentes, exaltados y ensalzados, de trópicos a tópicos pura uña, exuberantes, abrir los ojos abrir los ojos abrir los ojos abrir.

Baba violeta amor, feto de súcubo en expansión.

Saber que nos vamos a morir nos causa ansiedad ¿pero lo sabemos realmente?.

Resistirnos a nuestra muerte nos da ansiedad, inhallados, infinitos, nudos empinando el codo para ser amados, radicalizados en la búsqueda perpetua de un relevo de labios para nuestro llanto.

Súplica del anudado que sin saber cómo sube uno a uno los escalones que lo llevarán al espasmo de ver su cara idéntica a todas las caras, cara sin dios y sin diablo, cara partida en tajadas prudentes para cruzar la calle sin ser atropellada, para hacer un chiste exacto al verdulero y ver el rojo del semáforo.

Con pudor candoroso esperamos el perro que nos lama los tobillos ¿y nosotros a quién le chupamos el zapato?.

Caballero de la capa de ozono, antihéroes de la bolsita de nailon ¿con qué derecho darnos un nombre cuando sumados y restados no vamos dando por resultado mas que nuevos eslabones en la cadena del desengaño?

Pez tierra, anguila, paloma de suelo, soga al cuello, ¿sería tan amable de alcanzarme unas tijeras?

La guillotina indispuesta pasa factura al ejército de pirañas que devoran nuestras mañas mentales (y diciendo eso no estoy diciendo nada, sólo me la estoy agarrando con el coso racional y pensante para no perder el training)

¡qué irreverencia la de la señorita que se ha teñido los vellos púbicos de blanco!

¡qué mala idea la del muchacho que decidió autoproclamarse sorete y coserse túnicas de papel higiénico!

Nos da zumbido en las orejas estamparnos contra las puertas de vidrio, a nuestro adorado narciso se le congeló la fuente, el frío le puso azul la sangre y ahora es un príncipe enjaulado ¡qué tristicidad da tener que ser joven a los 22 años! Mucha responsabilidad, poco consuelo en los tangos, un beatle parece feliz con su pelito hongo y convencido que all you need… pero esta madrugada he utilizado mi lupa y al love me lo comí sin darme cuenta o se me escurrió por la pileta mientras lavaba los vasos.

Consideremos que el pecado no existe, ni la culpa ni el arrepentimiento, pues bien somos entonces un block de hojas en blanco con una dedicatoria en la primera hoja:

“Del universo para vos, que coseches lo que has sembrado”.

Erótico vaticinio, veganos universales, estamos empachados de frutos podridos. Habrá que mutar la semilla, habrá que reverla, hacer algo.

Se pasó la estación de la siembra y nosotros tan sentaditos, tan paspados y pajeados.

Para aprender algo se necesitan 140 años, para huirnos también. Y ahora corremos  por los bosques islandeses escapando del perro que nos quiere poner la correa, con el culito al aire, escapando de mamá que nos quiere poner el pañal, asustados, claro que si, pero va nuestro cuerpo y nuestra cabeza rodando por detrás, pidiendo explicaciones como un policía jubilado al que no se le despega la sospecha de antemano.

Somos tan confiados, tan ingenuos, tan dolidos con nuestros sueños clasificados y envueltos para llevar.

(Todo esto me da estopa, me da asco)

Nuestro corazón con nuestras piernas y nuestras neuronas al lavarropas en centrifugado rápido. Esmalte de uñas cielo para alumbrar las pupilas, las nuestras, la de los seres imperfectos. Nuestro corazón, nuestras piernas y nuestras neuronas dispersándose y volviéndose a reunir en espiral. Grilletes de agua dulce para la soledad cascoteada, con sarpullido, enojada, despeinada.

Ahora vamos a darle de modorra a la sinapsis y a bajar de la cúspide, de la campana, vamos a volver a la canoa.

Allá arriba, donde te mostré mi horrible gateando quedan las pieles, los callos, las escamas. Mañana la harania va a seguir tejiendo su macramé indescifrable, nosotros mutando de un hilo a otro pero es ella la que nos trenza. Vamos amiga, mejor no molestarla.

¿qué sería del placer sin los despojos de la incertidumbre?

Esta noche nos daremos la libertad en bandada. Esta noche vamos a entregarnos con las manos vacías y los vientres aplastados. Dennos un abrazo, un cuidado. ¡No nos den nada! Esta noche la libertad a patadas. Esta noche voy a gritar nuestro nombre, por fin,  mi nombre.




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