Hoy peso 400 kilos
menos y 500 plumas más.
¿qué sería del placer sin los despojos de la incertidumbre?
Somos amazónicos y violentos.
Somos de la raza de los vegetales cálidos que crecen en
invierno a pesar del frío y las heladas.
No ventilamos ninguna verdad bajo las sábanas, sólo nos
poseen los ojos y los antojos.
Buscamos quien mañana sea nuestro alimento y nuestro pucho,
nuestro pensamiento en stand by.
Buscamos calmar la ansiedad al final de vaso, del plato, del
cenicero, pero sabemos que no es ahí.
Ansiosos a trasmano, ansioso a rajatabla, a rajadiente, de
cuclillas, pasmosos, con tos, latentes, exaltados y ensalzados, de trópicos a
tópicos pura uña, exuberantes, abrir los ojos abrir los ojos abrir los ojos
abrir.
Baba violeta amor, feto de súcubo en expansión.
Saber que nos vamos a morir nos causa ansiedad ¿pero lo
sabemos realmente?.
Resistirnos a nuestra muerte nos da ansiedad, inhallados, infinitos,
nudos empinando el codo para ser amados, radicalizados en la búsqueda perpetua
de un relevo de labios para nuestro llanto.
Súplica del anudado que sin saber cómo sube uno a uno los
escalones que lo llevarán al espasmo de ver su cara idéntica a todas las caras,
cara sin dios y sin diablo, cara partida en tajadas prudentes para cruzar la
calle sin ser atropellada, para hacer un chiste exacto al verdulero y ver el
rojo del semáforo.
Con pudor candoroso esperamos el perro que nos lama los
tobillos ¿y nosotros a quién le chupamos el zapato?.
Caballero de la capa de ozono, antihéroes de la bolsita de nailon
¿con qué derecho darnos un nombre cuando sumados y restados no vamos dando por
resultado mas que nuevos eslabones en la cadena del desengaño?
Pez tierra, anguila, paloma de suelo, soga al cuello, ¿sería
tan amable de alcanzarme unas tijeras?
La guillotina indispuesta pasa factura al ejército de
pirañas que devoran nuestras mañas mentales (y diciendo eso no estoy diciendo
nada, sólo me la estoy agarrando con el coso racional y pensante para no perder
el training)
¡qué irreverencia la de la señorita que se ha teñido los
vellos púbicos de blanco!
¡qué mala idea la del muchacho que decidió autoproclamarse
sorete y coserse túnicas de papel higiénico!
Nos da zumbido en las orejas estamparnos contra las puertas
de vidrio, a nuestro adorado narciso se le congeló la fuente, el frío le puso
azul la sangre y ahora es un príncipe enjaulado ¡qué tristicidad da tener que
ser joven a los 22 años! Mucha responsabilidad, poco consuelo en los tangos, un
beatle parece feliz con su pelito hongo y convencido que all you need… pero esta madrugada he utilizado mi lupa y al love me
lo comí sin darme cuenta o se me escurrió por la pileta mientras lavaba los
vasos.
Consideremos que el pecado no existe, ni la culpa ni el arrepentimiento,
pues bien somos entonces un block de hojas en blanco con una dedicatoria en la
primera hoja:
“Del universo para vos, que coseches lo que has sembrado”.
Erótico vaticinio, veganos universales, estamos empachados
de frutos podridos. Habrá que mutar la semilla, habrá que reverla, hacer algo.
Se pasó la estación de la siembra y nosotros tan sentaditos,
tan paspados y pajeados.
Para aprender algo se necesitan 140 años, para huirnos
también. Y ahora corremos por los
bosques islandeses escapando del perro que nos quiere poner la correa, con el
culito al aire, escapando de mamá que nos quiere poner el pañal, asustados,
claro que si, pero va nuestro cuerpo y nuestra cabeza rodando por detrás,
pidiendo explicaciones como un policía jubilado al que no se le despega la
sospecha de antemano.
Somos tan confiados, tan ingenuos, tan dolidos con nuestros
sueños clasificados y envueltos para llevar.
(Todo esto me da estopa, me da asco)
Nuestro corazón con nuestras piernas y nuestras neuronas al
lavarropas en centrifugado rápido. Esmalte de uñas cielo para alumbrar las
pupilas, las nuestras, la de los seres imperfectos. Nuestro corazón, nuestras
piernas y nuestras neuronas dispersándose y volviéndose a reunir en espiral. Grilletes
de agua dulce para la soledad cascoteada, con sarpullido, enojada, despeinada.
Ahora vamos a darle de modorra a la sinapsis y a bajar de la
cúspide, de la campana, vamos a volver a la canoa.
Allá arriba, donde te mostré mi horrible gateando quedan las
pieles, los callos, las escamas. Mañana la harania va a seguir tejiendo su
macramé indescifrable, nosotros mutando de un hilo a otro pero es ella la que
nos trenza. Vamos amiga, mejor no molestarla.
¿qué sería del placer sin los despojos de la incertidumbre?
Esta noche nos daremos la libertad en bandada. Esta noche
vamos a entregarnos con las manos vacías y los vientres aplastados. Dennos un
abrazo, un cuidado. ¡No nos den nada! Esta noche la libertad a patadas. Esta noche
voy a gritar nuestro nombre, por fin, mi
nombre.
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